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Nuestros pueblos: ALMEIDA
Situación: El municipio de Almeida se encuentra enclavado en la zona más meridional de la comarca de Sayago, en el km 70 de la carretera que une Salamanca con Bermillo; al SO de Zamora, su capital de provincia, a 37 km. de distancia y a la que se llega por la carretera que parte del propio pueblo. Su altura sobre el nivel del mar es de 799 m. A cubierto del viento solano, del que le protege por el sur el cerro de El Branquial y por el noreste guarecido del "gallego", gracias a la abrigada de la cuesta del Gallo, el pueblo se asienta junto al cauce del riachuelo denominado "Rivera de Belén", afluente del Tormes, que divide su aglomeración urbana en dos mitades. El Puente Mayor, las Alcantarillas, el Puente de los Muertos y los Pontones han sido las vías de comunicación y tránsito entre ambos barrios, cruzando el cauce de esta rivera, flanqueada por huertos familiares, algunos prados y alamedas.

Origen: En la tradición popular, la etimología de Almeida se confunde con su propio origen, según cuenta la leyenda transmitida oralmente de generación en generación. Por otra parte, A. Zahoor en su obra Names of arabic origin in Spain, Portugal and the America identifica la voz Almeida con "al-Ma'idah", que significa "la mesa puesta" (The Table Spread). En la hipótesis, para nada improbable del origen árabe del toponímico, como atestigua el hecho de figurar en el nomenclator de su callejero la "Calle del Moro", éste sería el indicativo ancestral de la hospitalidad y familiaridad de sus habitantes para con los huéspedes y visitantes. Virtud que se ha mantenido a los largo de la historia y se perpetúa hasta nuestros días, dignificando a tan acogedor lugar y enalteciendo la reputación de sus gentes.  

Historia: En tiempos muy remotos parece que existieron siete pequeños asentamientos humanos en los contornos de la actual aglomeración urbana. Se dice que existió un "pueblo de Val de Santa María", por detrás del cementerio actual; el "pueblo de Val de Andrés", en la cuenca de un regato que desemboca en la rivera de Belén; el "pueblo de Val de San Pedro", cerca de aquella rivera; el "pueblo de Santa Elena", a la derecha de la carretera de Salamanca a su paso por el barrio de los Santarenes; y el "pueblo de Santa Úrsula", donde se eleva un enorme peñasco en cuya cima parece haber existido un castillo. Reza la tradición que en este castillo trabajaban esclavos, y su señor dominaba la región, o tenía jurisdicción sobre las gentes y las tierras de alrededor. Multitud de nombres y topónimos nos llevan hasta el origen prerromano de Almeida. De épocas inciertas pero anteriores sin duda alguna al paso por estas tierras de los romanos, son el dolmen, multitud de cazoletas, molinos barquiformes y otros utensilios aparecidos en el pago del Hervidero. El Puente Grande el del Rebollar y la Fuente Lorenza muy deteriorada en la actualidad son claros testigos de la presencia romana en la época en que Almeida fue cruce de las calzadas Villadepera-Ledesma y Zamora-Carbellino. Del pasado judío queda el Barrio del Ghetto con sus estrechas y tortuosas callejuelas.

Tierra: El término municipal tiene una extensión de 63,64 km. cuadrados (76,6 incluyendo Escuadro), repartida en casi idéntica proporción entre tierras de cultivo, baldío y pastos (prados y valles). Sobre el bloque granítico que da asiento a Sayago, la mayor parte de su tierra es poco densa, arenosa y con muy alta concentración de sílice; difícil de cultivar y afectada por un clima continental de temperaturas extremas. Un tipo de terreno propicio casi exclusivamente para el cultivo de centeno, por ser un cereal resistente y muy poco exigente. En la zona oeste el terreno es rocoso, con abundantes berruecos de granito que toman formas caprichosas: unos como grandes sombreros, otros como perfiles de gigantes zoomórficos. Y aún rocas a las que se les han atribuidos nombres que hacen mención a sus formas o características (la "Peña de la Mujer", "La Campana"). Esta zona es agreste y, al no ofrecer espacio suficiente para la labranza, quedó desde antiguo reservada para el pastoreo. Finalmente, al norte, se extiende el lugar conocido por "La Cueva" de unas 150 ha. de superficie, y al suroeste, otro denominado "El Conejal" con cerca de 657 Ha., ambos poblados con bosques de encina y vegetación áspera, matorrales y carrascas.

Industria: Hasta no hace muchos años Almeida era un pueblo con numerosas industrias donde se elaboraba y producían productos derivados del corcho, cerámica, telares, carros y otros. Almeida, en la actualidad, se muestra como uno de los pueblos más importantes de la comarca de Sayago, pues cuenta con un significativo equipamiento comercial y de servicios, del que se benefician los pueblos limítrofes: escuelas comarcales, tiendas de confección, zapatos y alimentación, farmacia, fábricas de harinas, empresas chacineras, bares, etc.

Monumentos: La iglesia es en su conjunto de arquitectura barroca. En su interior encontramos un interesantísimo y precioso retablo plateresco de transición al barroco que fue construido en 1631. En el centro se encuentra una talla de San Juan Bautista, titular de la parroquia, procedente de la escuela de Gregorio Fernández pero de un siglo posterior. El retablo tiene tres cuerpos horizontales separados por cornisas. El Superior es el más sencillo en cuanto a ornamentación y en el está la imagen de Dios Padre. En la cornisa entre el segundo y tercer cuerpo justamente en su centro, se encuentra la talla de una cabeza de niña, en la que el artista refleja la leyenda popular sobre el origen de la iglesia y su relación con la joven mártir que fue atada a la cola de dos caballos y arrastrada hasta morir por no renunciar a la fe cristiana de la que era enemigo su padre, un noble de la morería. El ayuntamiento, cuyo elemento arquitectónico más importante y llamativo son las dos columnas de granito y de una sola pieza que hay a la entrada. El Puente Nuevo de mediados del S. XIX y que está a 2 Km. del pueblo en dirección a Zamora. El Puente Grande, romano en sus orígenes y al que se hicieron varias reparaciones en el medioevo y otras más actuales no demasiado acertadas estas últimas. El Puente del Rebollar, romano también, de alcantarilla y sobre el que aún podemos apreciar restos de la antigua calzada. El Caño, es una fuente obra maestra de cantería, construida en 1901 y única en Sayago. Un surtidor de agua sale de su pedestal formado por un prisma cuadrangular sobre el que descansan cinco troncos de pirámide que disminuyen de tamaño a medida que ascienden y adornados en sus caras por pequeños casquetes semiesféricos.  El Balneario, situado en una zona de manantiales de agua sulfurosa y que ha sido y es muy utilizada para curar diversas dolencias, reumatismos y otras enfermedades.  A la distancia de un Km. en dirección Oeste encontramos el dolmen o lo que son sus restos. La cámara y el túmulo están completamente destruidos. Se conserva parte de la galería de acceso.  El arqueólogo e historiador salamantino Padre Morán, fue el primero en estudiarlo en el año 1935. En la excavación no encontró vestigios humanos pero si halló sin embargo lo que podría ser el ajuar perteneciente al difunto: un cuchillo de sílex, un puñal de cobre, un cuenco de barro y algunos enseres mas. En las inmediaciones del dolmen, han aparecido numerosas cazoletas practicadas en las las rocas y siempre dispuestas en formaciones triangulares. No se conoce con certeza la razón de ser de estas cazoletas pero se les atribuye un sentido religioso.  

Fiestas: 14 - 17 de Agosto Fiestas patronales 

Anécdotas: Diego de Torres Villarroel (Salamanca, 1693-1770), el más insigne escritor español del Siglo XVIII, está relacionado directamente con Almeida, otorgándo a este pueblo fama y memoria universales, a través de su obra literaria. Como es sabido, fue don Diego catedrático de matemáticas en la Universidad de Salamanca. Su vida, sin embargo, semeja más la de un aventurero que la de un docto, al manifestar desde sus más tempranos años un genio indómito y una extaordinaria inteligencia. No es el caso de detenernos en los detalles de su biografía, y mucho menos cuando está al alcance de todos, detallada en la que es sin duda su obra más conocida: "Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres Villarroel, catedrático de Prima de Matemátricas en la Universidad de Salamanca, escrita por él mismo" (1743-1751). En las primeras páginas de esta autobiografía, que entronca con la estirpe de Quevedo y el género de la novela picaresca, don Diego nos da noticia de sus antecedentes familiares: "Salieron de la ciudad de Soria, ni sé si arrojados de la pobreza o de alguna travesura de mancebos, Francisco y Roque de Torres, ambos hermanos, de corta edad y de sana y aprecieble estatura. Roque, que era el más bronco, más fornido y más adelantado en días, paró en Almeida de Sayago, en donde gastó sus fuerzas y su vida en los penosos afanes de la agricultura y en los cansados entretenimientos de la aldea. Mantúvose soltero y celibato (1) ; y el azadón, el arado y una templada dieta, especialmente en el vino, a que se sujetó desde mozo, le alargaron la vida hasta una larga, fuerte y apacible vejez. Con los repuestos de sus miserables salarios y alguna ayuda de los dueños de las tierras que cultivaba, compró cien gallinas y un borrico; y con este poderoso asiento y crecido negocio empezó la nueva carrera de su ancianidad. Siendo ya hombre de cincuenta y ocho años, metido en una chía (2) y revuelto en su gabán, se puso a arriero de huevos y trujimán (3) de pollos acarreando esta mercancía al Corrillo de Salamanca y a la plaza de Zamora. Era en estos puestos la diversión y alegría de las gentes, y en especial de las mozas y los compradores. Fue muy conocido y estimado de los vecinos de estas dos ciudades, y todos se alegraban de ver entrar por sus puertas al sayagués; porque era un viejo desasquerado (4), gracioso, sencillo, barato y de buena condición. Con la afabilidad de su trato y la tarea de este pobre comercio, desquitaba las resistencias del azadón y burló los ardides y tropelías de la ociosidad, la vejez y la miseria. Vivió noventa y dos años, y lo sacó de este mundo (según las señas que dieron los de Sayago) un cólico convulsivo. Dejó a su alma por heredera de su borrico, sus gallinas, sus zuecos y gabán, que eran todos sus muebles y raices; y hasta hoy, que se me ha antojado a mí hacer esta memoria, nadie en el mundo se ha acordado de tal nombre". Este tal Roque (simpático pionero de un comercio de los buenos productos de Sayago que, afortunadamente, hoy perdura con idéntico aprecio y buena acogida en las ciudades que Torres menciona, y aún en otras más lejanas) era hermano del bisabuelo del autor, Francisco. Lamentablemente, en todo el libro no hallaremos más referencias al arriero que las de este párrafo. Almeida sí alcanza otra mención, más avanzado el relato, cuando el joven Torres por el consejo de su "bribón apetito" decide escapar de casa de sus padres, en Salamanca, y viajar a Portugal, en busca de aventuras. Sale de su domicilio, a hurtadillas, con unos escaso reales en los bolsillos y un hatillo al hombro. El camino que emprende pasa por Sayago: "Entré por Almeida, y por el camino iba discurriendo parar en Braga, en donde residía un paisano, en cuya franqueza ya libraba mi antojo el sustento, el ocio y la diversión". Probablemente, aquí solicitó y obtuvo datos sobre su antepasado, conociendo aquellos que más arriba hemos transcrito, acerca de su edad, su negocio y avatares; tomando posada "en las gavillas de las eras", nos dice, poco antes de cerrar este capítulo y proseguir relatando otros episodios de su tormentosa biografía. (1) Celibato, célibe.(2) Chía: "Manto corto negro, regularmente de bayeta, que se ponía sobre el capuz y cubría hasta las manos, usado en los lutos antiguos" (Dic. Aut.) (3) Trujimán, "trujamán", "intérprete". "Por extensión analógica, se llama al que por experiencia que tiene de alguna cosa advierte el modo de ejecutarla, especialmente en las compras, ventas o cambios."  (4) Desasquerado, limpio, de aspecto agradable. Texto aportado por: José Martín Barrigós